¿Por qué precisamente La Clepsidra De Aire?
Es una pregunta natural para todo aquel que no esté relacionado con los placeres de la horología o que ignore con plenitud la vida de los antiguos egipcios y griegos.
La primera pregunta que cabe hacerse es la siguiente: ¿Qué es una clepsidra?
Respuesta: Clepsidra proviene del vocablo latino clepsydra, que a su vez deriva del griego klepsydra, compuesta de hydro (agua) y klepto (yo robo). Se trata de un sistema para medir el transcurso del tiempo que se vale del paso de un fluido (convencionalmente agua) de un recipiente a otro.
Sabiendo esto, ya le vienen al lector nuevas preguntas a la cabeza. Como por ejemplo: ¿Por qué precisamente de aire? Esta es ya más compleja, y está directamente ligada a lo que este nuevo artículo tiene por objeto: la revisión y el estudio metódicos de todo cuanto tiene que ver con las clepsidras, su uso y su funcionamiento. No se alerte el lector demasiado pronto: no es este un panfleto publicitario ni un artículo de divulgación científica. Muy al contrario: nuestro propósito es artístico, humanístico y literario.
Cabe indagar aún más sobre la naturaleza de estos objetos: ¿Por qué las utilizaron los egipcios, por qué eligieron precisamente el agua, por qué inventar ese sistema en lugar de contar los segundos uno por uno? En primer lugar, por comodidad. Por muchos empleados que tuviera el faraón a sus órdenes, difícilmente ninguno de ellos hubiera estado dispuesto, aunque se le prometiera la vida eterna, aunque se le asegurara que conocer íntimamente el tiempo suponía correr, siquiera parcialmente, el tupido velo de Isis, a pasar los días y las noches en vela entregado al monótono quehacer de contar rigurosamente los segundos. Además de que el ser humano es falible y despistado; el vuelo de una mosca, el ruido de un niño en la calle, la visión de una mujer hubiera valido para perder la cuenta y con ello el favor de un Tutankamón.
Sin embargo, es sabido que los egipcios tenían los relojes de sol. Pero se equivocan los tecnócratas al decirnos que el sol es un recurso inextinguible, infinito; más valiera decir que es inconstante y, si no, ahí está la noche para demostrarlo. El reloj de sol deja de ser efectivo por las noches, y un reloj de luna se supone impracticable. ¿Qué nos queda, entonces, si no es la fiel, la diligente clepsidra? El reloj de agua es por tanto, ahora ya podemos decirlo, el reloj de la noche, el mecanismo encargado de medir ese tiempo ilusorio y falaz que transcurre mientras estamos dormidos.
¿Qué ocurre verdaderamente cada noche, cuando nos metemos en nuestras mullidas camas y cerramos los ojos, dispuestos, como corresponde a todo hombre cansado por la oficina o las clases, a olvidarse de todo y conciliar pacíficamente el esquivo sueño? ¿Es que pasa el tiempo mientras dormimos o no pasa en absoluto? ¿Cuántas veces no nos habremos despertado con la sensación -porque es sensación, verdad, no es certeza- de que apenas han pasado unos segundos, casi un suspiro, desde que nos dormimos? ¿Y cuántas veces, por otro lado, habremos despertado con una amnesia temporal que nos traiciona, revolcándonos salvajemente en la cama por la impotencia de no poder recordar dónde estamos, qué hacemos ahí, qué hora es o cuánto tiempo ha transcurrido?
De modo que a los antiguos les fue dado el conocimiento de la clepsidra, ese objeto que nos dice, con aparente puntualidad matemática que el tiempo aún así sigue pasando, que ya podemos dormir tranquilos porque el mundo no va a dejar de girar por mucho que soñemos o nos desentendamos. Ahí tenemos, por tanto, el primer punto de interés: clepsidra, reloj de la noche.
Sin embargo, todavía queda algo esencial: si no sentimos el tiempo por las noches, mientras dormimos, entonces ¿qué pasa con ese tiempo? ¿Adónde se ve, en qué lugar se almacena? Se entiende que la clepsidra la forman dos recipientes iguales, y de agua, que corre de uno a otro en un hilo finísimo pero constantemente. La medición del agua en el segundo recipiente es la que presumiblemente indica el tiempo exacto transcurrido. La etimología de la propia palabra lo deja muy claro: hydro (agua) y klepto (yo robo). La idea es que el recipiente inferior roba el agua (la arena en algunos casos) del superior.
Hallamos en ese caso a un egipcio que se levanta un día por la mañana y quiere saber qué hora es. El resultado que obtiene es una tinaja llena de agua. Pero ese agua, ¿qué resulta ser? Tiempo transcurrido, tiempo muerto, las horas de la noche pasada, eso resulta ser el agua de la tinaja. El egipcio incluso podría bañarse en ese tiempo fósil, en ese tiempo no vivido porque preferimos dormirlo, porque el otro tiempo, el que verdaderamente vivimos, el que mide el sol y bajo el cual nos medimos nosotros, nos cansa demasiado como para aguantarlo mucho rato.
Aclarado esto, nos falta aún la explicación que veníamos anunciando desde el principio: ¿Por qué precisamente La Clepsidra De Aire? Tal y como hemos visto, estos artilugios utilizan el agua y, en menor medida, la arena para funcionar. ¿Qué sentido tiene entonces el excéntrico título de nuestro blog? El título La Clepsidra De Aire puede hacer referencia a tres cosas muy distintas. A saber:
1. A una clepsidra convencional, sólo que con aire en lugar de agua o arena.
2. A una clepsidra de funcionamiento inverso, puesto que mientras el recipiente inferior se llena con agua el superior se vacía o, mejor dicho, se llena con aire (es decir, tiempo en espera).
3. A una clepsidra normal y corriente, con agua o arena, solo que hecha de aire.
De todas, la tercera es la más intangible, la más surrealista, la más inasible por la lógica o por la convención. Se trata de dos recipientes de aire, es decir, invisibles, por los que el agua fluye lentamente. Es análoga a la imagen de Novalis del océano en el cielo: agua flotando, agua en ninguna parte, ríos voladores, tiempo suspenso, el tiempo colgado en el aire.
La más original -la más valiosa- puede que sea la segunda: hay que concretar qué es exactamente ese "aire" del que se llena el recipiente que se vacía de agua (cuyo tiempo se agota). Cuando el tiempo pasa, ¿qué es lo que ha quedado? Es el pasado: el aire es el pasado, y ese será uno de los grandes temas de este blog, de las publicaciones de este blog. El pasado como aire, invisible e inhumano, pero aire al fin y al cabo, agua que no es, agua que ha sido, agua ya sida, tiempo en espera.
La primera es abiertamente imposible. En la definición de clepsidra no he creído necesario especificar que el primer recipiente con agua tiene que estar a un nivel superior del segundo recipiente, el del tiempo futuro. Y es que es impensable lo contrario, puesto que el agua no podría transitar de una vasija inferior a una superior. Si excluyéramos el agua en favor de el aire, esta lógica quedaría destruida. El aire no solamente podría transitar de abajo arriba, del tiempo futuro al tiempo pasado, de la vasija inferior a la superior, sino que podría hacer caminos inversos todas las veces que quisiera, podría quedarse parado, podría escapar por la habitación y perderse...
En fin, es la forma más huidiza del tiempo, la que algunos idealistas mantienen, el tiempo-aire, el agua-aire, todo lo vaporoso flotando por los cielos. Desde este punto de vista, el río que Heráclito imaginaba como metáfora del tiempo y del cambio -siempre igual, pero siempre diferente-, podría ser cambiada radicalmente. Más que un río, podría hablarse de un torrente. Y más valdría decir lodazal, marisma, cascada horizontal, puesto que el agua iría hacia adelante y hacia atrás con una libertad inusitada, desafiando mismamente las leyes de la física. Este río nos parece, desde nuestra visión algo provinciana, abiertamente impracticable. Sin embargo, no han faltado en la historia inventores o diseñadores que hayan intentado estos modelos aparentemente absurdos o directamente imposibles.
He aquí un célebre ejemplo de clepsidra moderna: la llevada a cabo por el científico francés Bernard Gitton, una de las más grandes del mundo. El sistema de tubería, como se podrá observar, es infinitamente complejo y, su uso, teniendo en cuenta los modernos relojes mecánicos, digitales, y las alarmas despertador de los móviles inteligentes, completamente nulo. Tenemos, por tanto, un ejemplo perfecto de lo absolutamente inútil llevado al terreno de la megalomanía: un objeto esencialmente patafísico.
Nos contentamos entonces con esta visión de las clepsidras, objetos a veces ridículos, inservibles, arcaicos, y las más de las veces, afectados por una fuerte metafísica. ¿Qué decir, en cambio, de los otros relojes, de los mecanizados, de los informatizados, de los exactos y los matemáticos relojes que maneja la gente? Lo único que nos queda es oponernos totalmente a ellos: su uso no es garantía de fidelidad y mucho menos de puntualidad. Con una clepsidra, basta con echar algo más de agua en la vasija superior para ganar un poco de tiempo, o de quitar una pequeña cucharada para eliminar algún recuerdo traumático. El tiempo lineal y absoluto que la tradición racionalista nos ha legado es la mayor falacia que fluye entre nosotros, y consentimos ciegamente en sumergirnos en ella todos los días, desde la primera hora de la mañana, cuando estiramos un brazo y apagamos el reloj despertador.
Es necesario volver al modelo-clepsidra, porque es el único que admite un tiempo flexible y no el tiempo dictatorial que manejamos en Occidente. Los relojes modernos no asumen la posibilidad del tiempo-aire, del agua-aire, sino que nos subordinan a ese flujo eterno que amenaza con no terminar jamás.
Tal vez la mejor forma de dejar de contaminar los ríos, ese obsoleto objeto ecologista, sea destruirlos, sea cambiarlos por sutiles tubos interconectados que midan con una fidelidad extrema y rigurosa el transcurso de las horas, de los años, de la vida.
"Arthur Cravan: ¿Por dónde vamos con el tiempo, señor Gide?
André Gide (Mirando el reloj): Las seis y cuarto."
Hola, he visto tu mail y me he acercado a conocerte, pero veo que hay que leerte con detenimiento y no te miento si te digo que me gusta hacerlo de este modo y ahora no puedo,pero volveré.
ResponderEliminarMe encanta el nombre de tu blog, yo soy muy así, de sentirme atraída e ir corriendo a ver, a lo mejor es que soy cotilla simple y llanamente, ja,ja,ja
En cuanto pueda vuelvo.
Saludos.
Muchas gracias por el interés.
EliminarCuando retornes, procura hacerlo con la osadía de quien comete un delito y con la candidez del niño cuya conciencia aún no ha sido falseada por prejuicios y convenciones.
Para dudas u objeciones, ya conoces mis direcciones.