No encuadres con la falaz decisión el lienzo purísimo del destino irrevocable
ni empalices los gráciles bambúes al son de la melodía del tiempo predecible.
Viajero, miras a ambos caminos pero tu decisión ya está predicha.
La conoce el genio de las alturas últimas, el robador del fuego.
Verás que tal vez tu naturaleza te llame a escoger el camino menos populoso.
Y cuando lo atravieses pensarás en el que dejaste a un lado, en el otro.
Pero tú no te das cuenta de que el camino que sigues no es como el destino:
Fácilmente el tiempo y las circunstancias los erosionan y lo hacen voluble.
Un camino no excluye necesariamente al otro; para que el sabio erre tienen que rugir las multitudes;
un camino hace a otro camino.
Y entonces saldrás por la conocida vereda,
que será al mismo tiempo la errónea y la acertada,
y consentirás en respirar el aire más puro de la planicie,
amparado por el cielo eterno que cubre una fosa oscura en la que tal vez caigas.
Y así es como se encuentra y se abandona el camino, así es como se transita
de aquí a la eternidad, de aquí a la Nada.